Historia y presente de una familia convencida de la cría y registro de la Raza Holando

Comenzaron con 30 vacas en el año 1975. Ahora van por la novena generación de SH

 

Su padre no estuvo siempre vinculado al campo ni a la lechería. Pero cuando comenzó, en el año 1975, nunca más abandonó el rubro. Darío Mondon falleció en el año 2013, la estructura del negocio familiar tuvo algunas modificaciones pero sigue en su mayoría en manos de su familia, su esposa y sus cuatro hijos. André Mondon nos contó cómo fue trabajar desde pequeño vinculado a la Raza Holando y cómo funcionan hoy los tambos de la familia, tan emblemáticos en el departamento de Colonia.

¿Cómo surgió la vinculación de su padre con el sector lechero?

Mi padre formó el tambo con 30 vacas en el año 1975, hace 40 años. Él no tenía trayectoria en el campo, venía de ser bancario y después había trabajado algunos años con mi abuelo materno, que sí tenía tradición en el campo.

En sociedad con mi abuelo compró un campo en San Pedro (a pocos kilómetros de la Estancia Anchorena en Colonia) de 163 hectáreas. Allí comienza con un tambo de 30 vacas. A los 10 años de haber comenzado, llegó a tener un tambo de 100 vacas, siempre tratando de mejorar el rodeo sin incorporar ganado, creciendo con la recría propia.

¿Cuándo comenzó usted a trabajar con él?

En el año 1990, cuando me recibí de Ingeniero Agrónomo, me fui a trabajar con él. Él ahí ya tenía 260 hectáreas. En el año 1990 adquirimos 110 hectáreas para lo que era recría e invernada y comenzamos a diversificar el negocio. En el 1998 mi madre recibe un campo como herencia con el que armamos el segundo tambo en Tarariras. Esa fue la primera vez que compró 25 vaquillonas para poblar el tambo, que comenzó con 100 vaquillonas.

Ahí teníamos entonces El Timbó en San Pedro, que fue el primero, y El Rumbo, en Tarariras. Incluso en ese momento arrendamos otros campos, hacíamos invernada, agricultura y los dos tambos. Ahí ya manejábamos 600 hectáreas.

En el 2013 fallece mi padre y surge una sociedad: mis tres hermanas mujeres, mi madre y yo. A principios de 2015 empezamos a pensar, por diferentes motivos y necesidades, no por diferencias, que en algún momento íbamos a tener que separar. Al principio pensamos en dividir sin separar y después acordamos dividir y separar, que fue lo que hicimos el 31 de agosto.

¿Usted quedó manejando el primer tambo?

Sí. Mi hermana, la que es Veterinaria, quedó con el tambo en Tarariras,  otra de mis hermanas con los campos agrícolas, y yo con el tambo original de mi padre, con las 163 hectáreas originales, más las hectáreas de mi otra hermana, que no está vinculada con el campo, que me arrienda a mí.

¿Qué fue lo que se vendió en el remate que se hizo en Tarariras el 29 de agosto pasado?

Se vendieron 200 holando, 100 vacas y 100 vaquillonas y terneras, la mayoría de San Pedro. Es un tambo que trabajaba con una carga muy elevada, con un porcentaje importante en la dieta de concentrados y de reservas… Tomé la decisión de aprovechar la situación coyuntural del precio y la situación con mis hermanas, de vender una parte de esos bienes para poder bajar la carga de la deuda y la carga del campo.

¿Cuál es su visión y sus proyectos en el corto y mediano plazo?

Creo que es un momento coyuntural, es un momento difícil, pero no es la primera vez que nos pasa. Tengo 48 años y he visto por lo menos tres momentos muy difíciles y creo que lo que hay que hacer es aguantar y esperar.  Creo que es un momento bueno para tomar determinaciones en lo que es aumentar el porcentaje de rechazos o refugo, o sacar esas vacas que producen menos y bajar un poco la carga de los campos, pero en ningún momento se me ocurre dejar la actividad ni aflojarle. Hay que reestructurar la empresa, bajar los costos y tener paciencia.

Esto nadie lo sabe, pero creo que tanto los picos de alta como de baja se están dando cada vez de forma más violenta y más cortos. Recibimos información de lo que pasa en la otra punta del mundo al instante. Esto lleva a que tomemos decisiones más rápidamente y que hagamos subir y bajar más todas las variables nosotros mismos.

¿Qué importancia le da al registro de SH?

Mi padre siempre creyó que tenía que mejorar sus vacas y no quería comprar ganado, quería crecer con su reposición. Comenzó a hacer la primera selección holando en el año 1977, cuando se hizo socio, y nunca paramos. Ningún año se dejó, ni siquiera en los años difíciles por 2001 y 2002. Sin ir más lejos, en el remate se sacó novena generación a la venta y mucho de sexta y séptima generación. Eso da una idea: por lo menos estamos hablando de 30 años de la misma genética.

Él siempre le dio mucha importancia a eso. Le gustaba el ganado prolijo, de buena clase, lechero. Eso me lo inculcó a mí. Yo llevo los registros desde antes de empezar a estudiar. Hace 30 años que los llevo yo.

Usted es entonces un convencido de seguir con esta política de trabajo…

Sí, seguro. Incorporé el control oficial. Todavía no comencé con el pasaje de generación a pedigree pero lo voy a comenzar a la brevedad con el tambo mío. Soy un convencido de la raza y de que el trabajo de muchos años da su resultado. Es muy difícil valorarlo año a año y día a día, hay que estar convencido y hay que hacerlo. Respeto a quien no está convencido pero a mí no me gusta cambiar, comprar y vender ganado.

También hago calificación por tipo de ganado una vez al año desde hace unos 15 años más o menos.

¿Qué cree que le aporta ser socio de la SCHU?

Primero le va agregando valor al ganado, que es una cosa intrínseca en el ganado que va quedando. También le aporta prestigio al establecimiento vender ganado de tantos años de registro. Y brinda también un respaldo a lo que hago, una enseñanza de cómo hacer las cosas y muchos amigos que me han aportado mucha experiencia.

Foto: André Mondon junto a su hija Nicole

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